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3 dic 2018

A ESTA ALTURA...de Daniel Tomás Quintana


A esta altura de la vida / uno tiene el cuero / acribillado de recuerdos, / de voces, de gestos, de señales; / tatuado con palabras / de lumbre y tierra, / de agua y viento / y con una multitud / abigarrada / de silencios estridentes.
A esta altura de la vida / uno guarda en sus entrañas, / o en el alma, / una mágica bitácora de besos, / un mapa imprescindible / de abrazos y miradas, / un prolijo inventario / de esperanzas torrenciales, / de utopías derrotadas, / de naufragios y de balsas, / de intemperies y de abrigos, / de muertes y resurrecciones / cotidianas.
A esta altura de la vida / uno sigue deshojando / los caminos / y arrastrando sus baúles / colmados de cicatrices oxidadas, / algunos pocos milagros de juguete, / una vieja libreta borroneada / con olvidos imposibles / y memorias obstinadas, / una carta de plenilunios y de eclipses, / un derrotero de esquinas y de calles / jalonados de instantes imborrables.

A esta altura de la vida / uno carga en sus espaldas / niños de todas las edades, / una legión de muertos / en acecho, / algunas mujeres sin olvido, / unos ángeles procaces, indecentes, / un par de diablos entrañables / y un poema de amor / interminable.
A esta altura de la vida / uno desangra días / y gasta noches / con la piel arada por los años.


De su libro "Ando con ganas de volverme viento".

Que lo disfruten,
Carmen

27 nov 2018

EL POEMA DEL NO, por Hugo Finkelstein


No.
No es no, y hay una sola manera de decirlo.
No.
Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos.
No, se dice de una sola manera.
Es corto, rápido, monocorde, sobrio y escueto.
No.
Se dice una sola vez, No.
Con la misma entonación, No.
Como un disco rayado, No.
Un No que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín no es No.
Un No que necesita de explicaciones y justificaciones, no es No.
No, tiene la brevedad de un segundo. 



18 nov 2018

ENSEÑANZA MATERNA, de Celia Inés López Miranda


Le había dicho que comiera zapallo, porque engordaba las piernas. Desobedeció. Le había dicho que comiera zanahorias para que tuviera buena vista. Desobedeció. Le había dicho que se hiciera una coleta para ir a la escuela así no le entrarían los piojos. Desobedeció.
Ahora, que su madre se volvió niña, ella intenta peinarla con una coleta, le sirve un rico puré de zapallo y zanahorias que la mujer desprecia porque comprobó que las piernas se hermosean amando, que la vista se agudiza aprendiendo a mirar, y le comenta que no le teme a los piojos porque tiene pájaros en la cabeza.


Que lo disfruten!
Carmen

13 nov 2018

FANTASMAS, de Orlando Romano

El doctor Follet ocupó gran parte de su vida tratando de atravesar paredes como un fantasma. Luego de un nuevo intento malogrado, rompió a pedazos el muro de la sala con un martillo.
Sobresaltada por el alboroto, la familia acudió. Follet contó su impotencia, su enorme desaliento, su pena. Los otros aceptaron de buena gana las explicaciones, y se desvanecieron.

Que lo disfruten,
Carmen

7 nov 2018

FELINOS, de Raúl Brasca

Algo sucede entre el gato y yo. Estaba mirándolo desde mi sillón cuando se puso tenso, irguió las orejas y clavó la vista en un punto muy preciso del ligustro. Yo me concentré en él tanto como él en lo que miraba. De pronto sentí su instinto, un torbellino que me arrasó. Saltamos los dos a la vez. Ahora ha vuelto al mismo lugar de antes, se ha relajado y me echa una mirada lenta como para controlar que todo está bien. Ovillado en mi sillón, aguardo expectante su veredicto. Tengo la boca llena de plumas.
Que lo disfruten,
Carmen

30 oct 2018

EL NUNCA CORRESPONDIDO AMOR DE LOS FUERTES POR LOS DÉBILES, de Marco Denevi

Hasta el fin de sus días Perseo vivió en la creencia de que era un héroe porque había matado a la Gorgona, a aquella mujer terrible cuya mirada, si se cruzaba con la de un mortal, convertía a este en una estatua de piedra. Pobre tonto. Lo que ocurrió fue que Medusa, en cuanto lo vio de lejos, se enamoró de él. Nunca le había sucedido antes. Todos los que, atraídos por su belleza, se habían acercado y la habían mirado en los ojos, quedaron petrificados. Pero ahora Medusa, enamorada a su vez, decidió salvar a Perseo de la petrificación. Lo quería vivo, ardiente y frágil, aun al precio de no poder mirarlo. Bajó, pues, los párpados. Funesto error el de esta Gorgona de ojos cerrados: Perseo se aproximará y le cortará la cabeza.

Que lo disfruten, 
Carmen

21 oct 2018

LAS MADRES, de Asun Gárate

Vuelven a ser invisibles y se cuelan de noche en las habitaciones de sus hijos. Sigilosamente, para no despertarlos, se acercan a sus camas, los miran con ternura, los arropan o los desarropan –según la temperatura del cuarto–, les acarician la mejilla, les tocan el pelo, les besan en la frente. Les susurran al oído que les quieren. Después, recogen del suelo las zapatillas, los vaqueros, la sudadera. Encuentran su móvil. Observan la pantalla. Quizás no haya cambiado su antigua contraseña. Quizás sigue siendo un niño. Su niño. Las madres suspiran, les piden perdón y salen sigilosamente de las habitaciones de sus hijos.

¡Feliz día!
Carmen

14 oct 2018

DESCONFIANZA, de Alejandra Pizarnik




Mamá nos hablaba de un blanco bosque de Rusia: “… y hacíamos hombrecitos de nieve y les poníamos sombreros que robábamos al bisabuelo…”.
Yo la miraba con desconfianza. ¿Qué era la nieve? ¿Para qué hacían hombrecitos? Y ante todo, ¿qué significa un bisabuelo?

Que lo disfruten,
Carmen

7 oct 2018

EL MIEDO, de Eduardo Galeano

Una mañana nos regalaron un conejo de indias. Llegó a casa enjaulado.  Al mediodía le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad.

Que lo disfruten,
Carmen

22 sept 2018

LA AVENTURA DE UNA SOLDADO, de Ítalo Calvino

En el compartimento, junto al soldado de infantería Tomagra, se sentó una señora alta y opulenta. A juzgar por el vestido y el velo, debía de ser una viuda de provincias: el vestido era de seda negra, apropiado para un largo luto, pero con guarniciones y adornos inútiles, y el velo que caía del ala de un sombrero pesado y anticuado le envolvía la cara. Había otros lugares libres en el compartimento, observó el infante Tomagra; y pensó que la viuda elegiría uno de ellos; en cambio, a pesar de su áspera cercanía de soldado, se sentó justo allí, seguramente por alguna razón de comodidad, se apresuró a pensar el infante Tomagra, una cuestión de corrientes de aire o de dirección de la marcha.
Por la robustez del cuerpo, firme y hasta un poco cuadrado, se le hubieran dado poco más de treinta años si una morbidez de matrona no suavizara las altas curvas; pero la cara, el encarnado marmóreo y al mismo tiempo flojo, la mirada inasible bajo los párpados pesados, las cejas de un negro intenso y además los labios severamente apretados, pintados con descuido de un rojo chocante, le hacían parecer en cambio de más de cuarenta.
Tomagra, joven soldado de infantería en su primer permiso (era Pascua), se encogió en el asiento no fuera a ser que la señora, tan alta y opulenta, no cupiese; y se encontró inmediatamente envuelto en su perfume, un perfume conocido y quizás ordinario pero ya amalgamado, por una larga costumbre, a los olores naturales del cuerpo.
La señora se había sentado con compostura, revelando, allí a su lado, proporciones menos majestuosas de lo que le habían parecido al verla de pie. Las manos, rollizas y con oscuros anillos que le apretaban los dedos, las tenía cruzadas sobre el regazo, encima de un bolso reluciente y de una chaqueta que se había quitado descubriendo brazos redondos y claros. Tomagra, al hacer ella ese gesto, se había apartado como para permitir un amplio despliegue de brazos, pero la señora permaneció casi inmóvil, quitándose las mangas con breves movimientos de los hombros y del torso.
El asiento del tren era pues bastante cómodo para dos y Tomagra podía sentir la extrema cercanía de la señora sin el temor de ofenderla con su contacto.

11 sept 2018

PELOS, de Microlocas

AIRE,
Teresa Serván


Ella parpadea y sus pestañas desencadenan los vientos. Él suspira y de su boca emerge un huracán. Y mientras en los mares se desata la galerna, ellos vagan por la tierra destinados al desencuentro



DEPILACIÓN DEFINITIVA,  
Eva Díaz Riobello

Ahora, mientras mi compañera prepara el encendedor, yo iré extendiéndole la gasolina.

LEYES,
Isabel González

La que muestre su pelo recibirá cien azotes. La que muestre su piel morirá.




27 ago 2018

MUJERES DE OJOS GRANDES, de Ángeles Mastretta

Tía Jose Rivadeneira tuvo una hija con los ojos grandes como dos lunas, como un deseo. Apenas colocada en su abrazo, todavía húmeda y vacilante, la niña mostró los ojos y algo en las alas de sus labios que parecía pregunta. -¿Qué quieres saber? -le dijo la tía Jose jugando a que entendía ese gesto. Como todas las madres, tía Jose pensó que no había en la historia del mundo una creatura tan hermosa como la suya. La deslumbraban el color de su piel, el tamaño de sus pestañas y la placidez con que dormía. Temblaba de orgullo imaginando lo que haría con la sangre y las quimeras que latían en su cuerpo. Se dedicó a contemplarla con altivez y regocijo durante más de tres semanas. Entonces la inexpugnable vida hizo caer sobre la niña una enfermedad que en cinco horas convirtió su extraordinaria viveza en un sueño extenuado y remoto que parecía llevársela de regreso a la muerte. Cuando todos sus talentos curativos no lograron mejoría alguna, tía Jose, pálida de terror, la cargó hasta el hospital. Ahí se la quitaron de los brazos y una docena de médicos y enfermeras empezaron a moverse agitados y confundidos en torno a la niña. Tía Jose la vio irse tras una puerta que le prohibía la entrada y se dejó caer al suelo incapaz de cargar consigo misma y con aquel dolor como un acantilado. Ahí la encontró su marido que era un hombre sensato y prudente como los hombres acostumbran fingir que son. Le ayudó a levantarse 109 y la regañó por su falta de cordura y esperanza. Su marido confiaba en la ciencia médica y hablaba de ella como otros hablan de Dios. Por eso lo turbaba la insensatez en que se había colocado su mujer, incapaz de hacer otra cosa que llorar y maldecir al destino. Aislaron a la niña en una sala de terapia intensiva. Un lugar blanco y limpio al que las madres sólo podían entrar media hora diaria. Entonces se llenaba de oraciones y ruegos.

20 ago 2018

ÁNGELES, de Espido Freire

Apostados cada uno en una esquina de la cama le veían cada noche rezar y dormir. Una vez quisieron mostrarse. El niño rompió a gritar y su madre trató de convencer le de que los monstruos no existían. Ellos bajaron la cabeza, avergonzados, y ocultaron su fealdad tras sus alas.

Que lo disfruten y feliz día del niño...

Carmen


Ángeles

Espido Freire (Bilbao, 1974)

Por favor, sea breve 2 (Páginas de espuma, 2009)

12 ago 2018

CAPITÁN LUISO FERRAUTO y LOS AMANTES, de Juan Rodolfo Wilcock

                                                                                               CAPITÁN LUISO FERRAUTO

Una vez al año, en primavera, el capitán Luiso Ferrauto cambia de piel; de la piel vieja emerge lustroso y rosado como un recién nacido, pero al cabo de unas horas la piel nueva recobra su color normal, que es aceitunado, y también el pelo, que se ha desprendido junto con la piel del cráneo, vuelve a crecer rápidamente, como corresponde a un oficial de la Seguridad Pública. Su mujer, unida a él por un amor inusitado en estos tiempos, suele guardar estas pieles usadas de su marido y rellenarlas de goma espuma color carne, para hacer así un muñeco bastante presentable, bien cosido y armado, con su uniforme puesto. Ya tiene unos quince, en el garaje: todos oficiales de policía, tan parecidos a su marido que da gusto verlos a todos juntos, tan dignos, tan rectos, tan inalcanzables por la corrupción. La señora hizo instalar un equipo estéreo en el garaje y cuando el capitán está de servicio fuera de casa, la mujer baja para hacerles oír a sus ex-maridos las mejores páginas de la lírica mundial. Absortos, como embelesados, los quince policías escuchan inmóviles la muerte de Desdémona, el merecido asesinato de Scarpia, la disputa fatal entre Carmen y Don José, delitos todos que exigen el arresto inmediato del culpable, hechos de sangre y de violencia como tantas veces han visto a lo largo de su carrera.

23 jul 2018

¿QUÉ LLEVAMOS EN LOS BOLSILLOS? de Etgar Keret

Un mechero, un caramelo para la tos, un sello de correos, un solitario y algo torcido cigarrillo, un palillo, un pañuelo de tela, un bolígrafo, dos monedas de cinco shekels. Esa es una pequeña parte de las cosas que llevo en los bolsillos. Entonces ¿qué misterio tiene que estén tan abultados? Son muchos los que me lo han dicho. –Pero ¿qué coño llevas en los bolsillos? A la mayoría, ni les contesto, sino que me limito a sonreír y, a veces, hasta suelto una forzada risita. Si se empeñaran en saberlo y me volvieran a preguntar, seguro que les enseñaría todo lo que llevo en ellos y puede que hasta les explicara para qué necesito tener siempre conmigo todas esas cosas. Pero no insisten. Qué coño llevas, la risita, el angustioso y breve silencio, y ya hemos pasado a otro asunto. En realidad, todo lo que llevo en los bolsillos está ahí intencionada y premeditadamente. Todo está ahí para encontrarme en una situación de ventaja cuando llegue el momento de la verdad. Aunque, realmente, eso no es que sea muy exacto. Todo está ahí para no encontrarme en situación de desventaja cuando llegue el momento de la verdad. Porque ¿qué ventaja vas a poder sacar de un palillo o de un sello de correos?

3 jul 2018

EL NIÑO AL QUE SE LE MURIÓ EL AMIGO, de Ana María Matute

 Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:

-El amigo se murió. Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.

El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.

-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.

Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.

Extraído de "Los niños tontos", 1956

Que lo disfruten,
Carmen

12 jun 2018

EL DISCÍPULO, de Oscar Wilde

Cuando murió Narciso, el remanso de su placer se trocó de una copa de aguas dulces en una copa de lágrimas saladas, y llegaron llorando a través de los bosques las ninfas de las montañas, las oréades, para consolar al remanso con su canto. Y cuando vieron que el remanso se había trocado de una copa de aguas dulces en una copa de lágrimas saladas, soltaron las verdes trenzas de sus cabellos y gritando al remanso le dijeron:
- No nos sorprende que hagas un duelo tal por Narciso, tan hermoso como era. 
- ¿Era hermoso Narciso? -dijo el remanso. 
- ¿Quién había de saberlo mejor que tú? -respondieron las ninfas-. A nosotras siempre nos desdeñaba, pero a ti te cortejaba, y solía recostarse en tus orillas e inclinarse a mirarte, y en el espejo de tus aguas reflejaba gustoso su belleza. 
Y el remanso respondió:
- Pero yo amaba a Narciso porque, cuando recostado en mis orillas se inclinaba a mirarme, en el espejo de sus ojos veía mi propia belleza reflejada.

Un cuento sugerido por mi amiga y escritora Julia Guzmán. Que lo disfruten,
Carmen

3 jun 2018

SIN TÌTULO, de Ana Marìa Shua

Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envía en su persecución los perros de su deseo. La mujer cruza un puente sobre un río, atraviesa un muro, se eleva sobre una montaña. Los perros atraviesan el río a nado, saltan el muro y al pie de la montaña se detienen jadeando. El hombre sabe, en su sueño, que jamás en su sueño podrá alcanzarla. Cuando despierta, la mujer está a su lado y el hombre descubre, decepcionado, que ya es suya.
(Microrrelato número 92; de La sueñera)

Que lo disfruten,
Carmen

14 may 2018

EL DUELO, de Orlando Romano

Durante días, el pequeño Matthew sumó valor y estudió y maduró su plan. 
La contemplación del espejo, al final del oscuro corredor, lo mantuvo abstraído largo rato; buscaba esa sombra indefinida, y espeluznante que a veces, de soslayo creía ver en el azogue. La manita izquierda se hizo puño, la derecha comprimió el martillo. Sobre la alfombra, avanzó con desnudos pasitos y se detuvo, porque el espejo también había dado unos pasos hacia él.
¡¡¡Te oí, a la cama!!!, exigió la voz desde el dormitorio.
Matthew blandió el martillo en gesto de amenaza "volveré", cuchicheó.
el espejo retrocedió hasta la pared.

Que lo disfruten,
Carmen

3 may 2018

LOS PIRATAS, de Rosalba Campra

Los piratas se levantan temprano, toman el desayuno con sus esposas, acompañan a sus hijos a la escuela y se encaminan hacia el puerto. Desde el muelle miran los barcos que bajo su mando ya han zarpado al asalto de los galeones españoles cargados del oro del Nuevo Mundo y de virreinas de ojos negros.No se resignarán jamás, pero lo mismo vuelven a colgarse de un ómnibus como todos los días y antes de que se haga tarde van a la oficina.

Que lo disfruten,
Carmen

21 abr 2018

HAGAMOS EL RESTO, de Rubén Capodacqua

Mi madre no aprendió a llorar
Cruzó su infancia sin muñecas
Las horas del campo
la lluvia
el sol 
y la espera inútil 
fueron compañía
El amor demorado
Los hijos 
Las partidas 
Lo ingrato 
Los hijos de sus hijos
Y las canas que pesan
y cubren su sombra
Todo es lento
no hay escape
Todo es llanto
que chorrea por dentro. 
R. C. 


El olor de la leche quemada 
Las fotos de la primaria
El espejo 
El calor
Un gatito de plástico
y la muñeca de trenzas 
La luna cortada en rebanadas
Mis silencios 
El primer diente 
En el rincón
la mano de un muñeco
En el otro un poco de mar 
y una calle de tierra 



16 abr 2018

LA NOCHE /1 y LA NOCHE/ 2, de Eduardo Galeano



La noche/ 1
No consigo dormir. tengo una mujer atravesada entre los párpados. si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.

La noche/2
Arránqueme señora, las ropas, las dudas. Desnúdeme, Desdúdeme.



Espero que disfruten mucho de estos magníficos microrrelatos, el segundo fue inspirador de uno de mis cuentos: "Pobre Viejo"
Carmen

4 abr 2018

LA FE Y LAS MONTAÑAS, de Augusto Monterroso

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.
Que lo disfruten, Carmen

26 mar 2018

CAMINOS, de Claudia Sanchez




Este microrelato fue ganador de uno de los concursos de "Cuentos para el Andén 2018" Espero que lo disfruten,Carmen



3 mar 2018

SOLEDADES, de Roberto Perinelli

Las tardes de domingo la del 5° H llama de urgencia al plomero del consorcio, y le lee poemas. La mujer lo engaña, porque nada fue escrito por ella, sino por Neruda, Ungaretti, Auden o Machado.
El hombre también miente, inspecciona el waterclos, afirma que los caños del artefacto tienen problemas y escucha los versos mientras simula que está trabajando.

ROBERTO PERINELLI, Buenos Aires 1940



Qué lo disfruten,
Carmen


18 feb 2018

MIEDOS II, de Griselda Rulfo

Tengo miedo a los pasos que persiguen

los míos.
la vara en la mano
que golpea al silencio
y lo convierte
                       en aullidos.


Tengo miedo
a los ojos amoratados
                por sus puños.
A la blasfemia
de su boca roja
gritándole  a esa niña
                 que fui.

A la mirada
que acusa sin razón.
A las puñaladas
de sus  palabras
                en la espalda.

6 feb 2018

UNA NEVERA PORTÁTIL, de Almudena Grandes

Salieron a la calle a las diez y treinta y dos minutos de una mañana de junio soleada, calurosa.
Como todos los sábados, se separaron sin despedirse ante el portal de su casa. Él fue al garaje, a recoger el coche, y ella se quedó esperando con la maleta, la nevera portátil, un cesto de paja lleno de envases con comida preparada, la jaula del canario y el perro de su marido.
A las diez y treinta y siete miró el reloj. Su marido se estaría ajustando ya el cinturón. Aún no habían tenido hijos. Él era partidario de disfrutar de la vida todavía unos años más.
A las diez y cuarenta y dos, el coche no había salido del garaje, pero el perro se había meado en medio de la acera. Ella lo miró con repugnancia. No le gustaban los perros y no entendía por qué se retrasaba tanto su marido.
A las diez y cuarenta y nueve empezó a sudar. Ya faltaría poco para poder freír huevos en el tejado de pizarra de la casita que tenían en la sierra. Y la caravana de ida. Y la de vuelta. Y los mosquitos. Y su suegra.